lunes, 6 de mayo de 2013

Muerte por estrés... de otros.

  Todos los días hago el mismo trayecto desde casa al trabajo. Siempre las mismas calles, los mismos semáforos en rojo, los mismos en verde, el mismo tráfico, y puede que incluso la misma gente... Es obvio que hay otra cosa que nunca cambia, que es el tiempo que tardo en llegar. 4,8km. desde mi casa hasta la oficina, que en ciudad son unos 12 minutos. Según el día puede que un poco más... pero nunca menos.

  Si salgo a menos cuarto, llego a mi hora. Si salgo después, llego tarde... Esto es así y nada ni nadie lo va a cambiar nunca... o si. Puedo saltarme los límites de velocidad, los semáforos, etc. Incluso puedo permitirme el lujo de enfadarme si alguien, peatón, coche, autobús o taxi en su parada, entorpece mi marcha, pues parece que no se están enterando, de que mi prisa y mi estrés son más importantes que la seguridad de todos nosotros. Para que se me entienda, si salgo después de :45 ESTOY EN MI DERECHO de tener prisa y tomarme ciertas licencias a la hora de conducir, pues algo muy malo le pasará al mundo entero si yo llego tarde al trabajo (esto traducido al castellano significa que me llevaré una bronca de mi jefe).

  Y algo parecido me ha pasado esta misma mañana:

  Cojo el coche en la plaza de la Libertad, como de costumbre. Doy la vuelta en Pardo Bazán y me dirijo al cruce con la Avenida de Novelda donde hay un semáforo. Nada más girar, me encuentro una fila de coches parados en el semáforo (unos 10 más o menos). Es una calle de un solo carril, con lo que la cola parece siempre muy larga aunque haya pocos coches. A lo lejos puedo ver el semáforo que está en rojo, así, como los 9 coches que están delante de mí. En poco tiempo van apareciendo más vehículos, que hacen cola detrás de mí y todos esperamos a que el semáforo se ponga verde para ir saliendo.

  Hasta aquí todo bien. Esto es lo que pasa todas las mañanas, me digo a mí mismo. No hay ningún problema.

  El semaforo se pone en verde y ningún coche se mueve de su sitio. Al poco tiempo, se pone amarillo, y luego otra vez rojo.

  Pienso que hay colapso en la avenida y que los coches no han podido salir. Así que espero paciente a que se vuelva a poner verde, a ver si hay más suerte. Lo único que puedo ver es la fila de coches y el semáforo a lo lejos.

  Se vuelve a poner en verde y los coches siguen sin moverse. Pero esta vez, alguien, desde la segunda, o tercera, o cuarta fila, le da por tocar el claxon. Como una fila de farolas que se van encendiendo una detrás de otra, los coches que están detrás, se contagian del estrés y se ponen a tocar el claxon también. El ruido es muy molesto tirando a insoportable. Me pregunto qué puede estar pasando, pero desde mi posición no se ve, más que la fila de coches parados, y un semáforo que está ajeno a todo y sigue con su rutina de cambiar de color...

  Bajo del coche y puedo ver vagamente que el conductor del coche que hay justo en el semáforo está hablando por el móvil. En seguida, veo a los dos o tres coches que están justo detrás, pasar a duras penas entre el primero (que está parado y ocupa casi toda la calle) y la acera. Así que pregunto a los conductores de delante míos, que también están fuera de sus coches...

  Esto es lo que creemos que pasaba:

  Me dicen que hay un "subnormal" (con esas palabras) hablando por el móvil y que no deja pasar al resto. Parece que la conversación era tan importante como para tener detenido el tráfico durante varios interminables minutos. El conductor del mismo, no se está dando cuenta de que el semáforo no hacía más que ponerse de todos los colores, mientras su insensatez nos estaba obligando a todos a llegar tarde al trabajo. A este parlanchín no parecía importarle que hubiese un par de decenas de coches detrás tocando el claxon y los vecinos ya se empezaban a poner nerviosos con tanto ruido...

  Y esto es lo que pasó en realidad:

  Cuando llegué a la altura del semáforo, pude ver un corrillo de gente a mi derecha, sobre la acera. En el centro, un señor mayor tirado en el suelo y varias personas haciéndole aire. Junto a él, había un pequeño charco de sangre y un andador...

  Paré por si podía ofrecer mi ayuda pero me dijeron que ya estaba todo bajo control, y después, me contaron lo sucedido...

  En realidad, el señor mayor solo estaba intentando cruzar la calle. El conductor del primer coche que había en el semáforo, bajó de su coche para ayudarlo a cruzar. Mientras tanto, el semáforo se volvió a poner en rojo para los coches. Los coches de delante mantuvieron la calma, puesto que estaban viendo lo que sucedía. Pero los de detrás no dudaron de hacer sonar el claxon de sus coches mostrando su desesperación, o rabia, o ira, no sabría como definirlo.... El señor y su ayudante, al escuchar tal estruendo, se pusieron nerviosos y se afanaron en cruzar la calle más deprisa, lo que desembocó en una caída. Ésta, desembocó en más pitidos, y los pitidos, en más agobio para el anciano y su acompañante. Cuando llegué a la altura del semáforo, el anciano presentaba falta de oxígeno, posiblemente debido a un ataque de ansiedad, y un buen golpe en la cara debido a la caída. Entre pitidos, más pitidos y gritos, lo sentaron en la acera entre varias personas, y el conductor del primer vehículo, llamó con su móvil a emergencias para que el anciano fuera atendido. Mientras, el semáforo seguía cambiando de verde a rojo, y de rojo a verde, provocando la ira y el ruido de los demás coches que había en la plaza.

  Dice el código de circulación, que está prohibido tocar el claxon, salvo cuando hay riesgo de atropello o colisión. El sentido común dice, que si los coches no andan es por algo, que ya se pondrán en marcha. Pero las prisas, muchas veces nos dicen, que poner nerviosas a otras personas, cuando lo que necesitan es todo lo contrario, nos hará ganar tiempo, cuando en realidad, lo que nos hace es perderlo.

  Nuestro estrés puede matar a otras personas, o puede que acabe matándonos a nosotros mismos...

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